Guía práctica de 10 pasos para comprender y tratar a los adolescentes

La adolescencia es una de las etapas más difíciles que transitamos y transitan nuestros hijos. Poder entenderlos, saber qué les pasa, el porqué de lo que les pasa y sus consecuencias es de suma importancia para poder ayudar y ayudarlos a que todo transcurra dentro de la mayor “normalidad” y felicidad posible.

Como padres, se deben desarrollar herramientas para estar listos cuando lleguen estos cambios.

Comparto algunas ideas que pude clasificar de la siguiente manera:

1- Las tres puertas

  • La puerta cerrada. Es una gran sorpresa para nosotros, los padres. ¿Por qué necesita cerrar su puerta? Nos preguntamos fastidiados. Incluso a veces hasta nos cuelgan consignas muy claras, como “Golpear antes de entrar”. Seguramente, nos hace falta aceptar que nuestro hijo o hija es un ser sexuado y, como tal, necesita un espacio nuevo para su nuevo cuerpo. La puerta cerrada representa la privacidad, la necesidad de marcar un territorio íntimo donde la incipiente sexualidad esté a resguardo, donde las fantasías puedan surgir. La puerta cerrada separa un adentro privado e íntimo de un afuera público y compartido. Nos obliga a golpear antes de entrar porque allí dentro hay un brote de hombre o mujer que necesita de nuestro respeto para poder florecer. Avasallar e invadir serán sinónimos de violencia y negación de la realidad.
  • La puerta vaivén. Me refiero a la puerta de calle que en esta etapa debe gozar de una gran agilidad (como esas puertas vaiven de los bares de cowboys) para dar cuenta de las incesantes entradas y salidas de nuestros adolescentes. La puerta vaivén representa los dos tiempos necesarios en esta etapa: llegar a casa para nutrirme, tomar teta o cargar nafta y de inmediato volver a salir afuera para probarme en las pistas de la realidad.
  • El portazo. Aquí, la puerta sirve para hacer vibrar toda la casa y toda nuestra paciencia. Es tan necesario como inevitable, sencillamente porque el adolescente necesita disentir, oponerse a sus padres para diferenciarse de ellos y así, permitir que nazca “su propio yo”.

2- Casa en “modo hotel”

“¡Pero este/a chico/a usa la casa de hotel! Llega para tirar la ropa sucia, vaciar la heladera, dormir, ducharse, pedir plata y volver a salir”. Esta queja se repite incansablemente en las consultas con padres de adolescentes. Y a mí me tranquiliza porque es indicador de que casi todo está en orden. Hay una casa-hotel que sirve de respaldo a nuestros/as conquistadores/as del mundo externo.

3- Padres en “modo muro”

Así como cada día las paredes que forman nuestra casa nos dicen presente y nosotros no les agradecemos su presencia, porque forman parte de los supuestos básicos previsibles, así nos sienten los hijos: saben que estamos presentes, sólidos como muros, firmes como vigas sosteniendo su accionar.

Cuando todo se mueve y nada queda en su lugar (cuerpo infantil, idealizaciones infantiles, roles infantiles, etc) ellos valoran mucho que su hogar-cobijo siga en pie, inmóvil y cóncavo para poder recibirlos y albergarlos. Pero ¡ayyyy! si los muros o columnas faltaran, sería vivido por ellos/as como una quita de seguridad, tan necesaria en tiempos de grandes cambios y transformaciones.

Ellos/as valoran más de lo que imaginamos el tener un hogar-cobijo donde llegar, descansar y recobrar fuerzas.

4- Función marco

La adolescencia se caracteriza por el ímpetu, el vigor y la fogosidad. Es necesario que todo ese fuego sea guiado y conducido por adultos responsables (familia y educadores) para que los adolescentes hagan con él una bella fogata y no un incendio.

Guía práctica de 10 pasos para comprender y tratar a los adolescentes

La función marco alude a la necesidad de proponer reglas de juego claras que enmarquen su accionar. Los adultos somos responsables del marco y ellos/as podrán expresarse dentro con toda libertad. Son dueños de su pintura. El marco limita y contiene, embellece y realza su obra. Si los privamos del marco, sin duda los dejaremos solos/as, bajo peligro de extralimitarse y desbordarse (sobran ejemplos en nuestra cultura).

No dudemos en ser marco para su pintura y guía para su fuego para poder disfrutar de su obra y su fogata, evitando enchastres e incendios.

5- Aceptación y concavidad

A pesar de su aspecto, muchas veces descuidado en casa (despeinados, con el pelo mal lavado, granitos, olores desagradables, cara de pocos amigos y respuestas monosilábicas) y estando seguros de tener razón, igual debemos tratar de evitar la crítica permanente que solo atentará contra nuestro canal de comunicación.

Más vale adolescente descuidado y aceptado que prolijo y rechazado (porque así vivirán las críticas, como un franco rechazo).

Ser cóncavos significa poder seguir conteniendo sus aspectos más infantiles, ya que están en un período en el cual pasan de probarse corpiños a dormir con peluches, en un andar cíclico entre logros adultos y rendimientos aniñados.

6- Equipamiento + gradualismo

Es un gran error decir a todo que no, es como negarse a la evolución natural de tiempo. Sin embargo, es muy frecuente y trae como consecuencia, literal en muchos casos, que “si cerramos la puerta, se escaparán por la ventana”.

Ellos/as deben saber que somos conscientes de su crecimiento y que, por lo tanto, nos adaptaremos a sus necesidades siempre cambiantes. Eso los tranquiliza mucho. Si no sienten que no podemos reposicionarnos y que obstinadamente seguimos queriendo ser los padres de la infancia. Tenemos que poder estar a la altura de su crecimiento, sin postergaciones ni adelantos.

 El grupo de pertenencia adolescente es un grupo de autoayuda. (Foto: Adobe Stock)
El grupo de pertenencia adolescente es un grupo de autoayuda. (Foto: Adobe Stock)

Por eso, equipamos con la herramienta necesaria cada paso evolutivo y gradualmente vamos soltando las riendas, permitiendo cada año algún logro nuevo en su haber (campamentos, fiestas, dormir en casa de amigos/as, recibir novios/as, ir al cine solos, salir a bailar, volver a determinada hora, etc.).

7- Reconocimiento de sus exigencias

Muchas veces nos parece que no hacen nada y que solamente están tirados de sillón en sillón, pero a pesar de ese aspecto desganado, en realidad están sumidos en una efervescencia interna sumamente demandante.

Cada vez que atraviesan la puerta vaivén, salen a conquistar “el afuera” que siempre les resultará exigente. Hablamos de:

  • Exigencias académicas, ya que el colegio representa su obligación.
  • Exigencias sociales, es decir, ser aceptado por sus pares, reviste una importancia primordial. El grupo de pertenencia adolescente es un grupo de autoayuda y sentir que alguna de sus cualidades (ser chistoso/a, tocar la guitarra, ser buen deportista, ser conciliador/a, etc.) es aceptada y requerida, resulta esencial para su autoestima.
  • Exigencias sexuales, porque darle alguna forma a la atracción sexual es una necesidad.

8- Descubrir y estimular sus dones

Nuestra observación es muy importante, podemos ser piezas clave para que comiencen a contactar con sus inclinaciones, gustos y habilidades. ¿Arte, ciencia, deporte? Ir descubriendo juntos sus intereses se puede convertir en un gran motivo de acercamiento: “Te traje el último tema de tu banda preferida”; “Te compré este libro porque es un tema que te interesa”; “Saqué entradas para la cancha”; “Averigüé sobre patín”.

9- Convocarlos siempre para las reuniones familiares

Muchas veces cuesta trabajo, pero es mejor insistir y no resignarse. Porque compartir esa mesa de domingo, el cumple de una abuela o la salida con sus primos siempre será puente de encuentro y sumará puntos a su sentido de pertenencia (pertenece a una familia).

10- Dejarlos ensayar

Les encanta que los dejemos hacer solos, ya sea una reunión, un trámite con el auto, unas hamburguesas en casa u organizar una salida. Son ensayos de autonomía, peldaños que les otorgan seguridad a la hora de crecer.

(*) Adriana Grande (M.N. 58.804) es médica (UBA), psicoanalista y miembro de APDEBA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires) e IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional). Se especializa en vínculos padres-hijos.

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